Esa sensación extraña que tenemos cuando dejamos de usar algo que llevamos mucho tiempo usando. Ese curioso vínculo que el consumidor llega a tener con determinados productos. Pues bien, este tipo de variaciones en el día a día tienen un nombre y una explicación. Te contamos qué son los costes de cambio: tipos y ejemplos
¿Qué son los Costes de Cambio?
Lo primero es saber qué son los costes de cambio y en qué nos afectan como consumidores. Los costes de cambio son las modificaciones que el consumidor debe afrontar cuando decide variar un servicio, producto, marca o proveedor que viene usando habitualmente.
Hablamos de cambios que van de lo que pueda parecer más nimio, como pasarte de leche Pascual a leche Hacendado, a otros más relevantes como cambiar de banco. Las consecuencias que esto implica, desde cambiar el sabor de la leche, a pasar todos los recibos, nóminas, facturas y demás al nuevo banco, son los denominados costes de cambio.
Obviamente, estos costes de cambio no se limitan al ámbito económico, donde pueden ser a favor en contra, dependiendo de si el nuevo producto o servicio es más caro o no que el anterior. Estos costes de cambio pueden ser de varios tipos, como ahora detallaremos.
Lo que sí debemos tener claro es que estos costes de cambio pueden sobrevenirnos de forma individual, pero también pueden ser inferidos por la propia empresa a la que abandonamos. Un ejemplo claro, que ahorra desarrollaremos, son las penalizaciones por no cumplir el periodo de permanencia. No obstante, el tiempo y esfuerzo invertido en buscar una alternativa ya es un coste de cambio.
Los tipos de Costes de Cambio
Los tipos de costes de cambio a los que nos enfrentamos como consumidores son más de los que cabría imaginar. Algunos de ellos son especialmente relevantes y vinculantes para los clientes.
- Costes de búsqueda – Sea un producto, un servicio, una marca o un proveedor, si vamos a cambiarlo, tenemos que buscar otro. El tiempo que dedicamos a hacerlo, comparar, llamar, enviar mails o lo que quiera que hagamos, es un coste de cambio que no habríamos afrontado de no tener que buscar un sustituto.
- Penalización – Un ejemplo de penalización habitual son los contratos de permanencia que imponen muchas empresas. Si quieres irte antes de que cumpla el contrato, tendrás que abonar la penalización estipulada en el mismo y, en determinados casos, el importe es más que relevante.
- Coste de insatisfacción – Puede pasar que cambiemos de producto o servicio y el nuevo no nos deje igual de satisfechos que el anterior. Por ejemplo, el día que compramos cápsulas de café de Mercadona, porque valen la mitad que las cápsulas de Nespresso, pero al probar el café de Mercadona, no tiene nada que ver con Nespresso.
- Coste de aprendizaje – Cambiar a un nuevo producto o servicio supone comenzar a usar algo nuevo, aunque sea similar y de la misma familia que el anterior. El tiempo y la energía que vamos a dedicar a aprender a usarlo, es un coste de cambio a asumir.
- Coste de equipamiento – El hecho de adquirir determinados productos y servicios, implica que tenemos que comprar otros productos para poder usarlos. Un ejemplo sencillo es un coche, al que tendremos que echar combustible o contratarle un seguro obligatorio.
- Coste de instalación – Dependiendo del tipo de producto, es posible que requiera determinada instalación. El primer ejemplo que viene a la cabeza es el de una operadora de telefonía y, efectivamente, lleva un proceso de instalación que, en muchos casos, es gratuito, pero no siempre.
- Coste económico – Cambiarnos a otro producto o servicio puede suponer pagar más por, lo que ya implica un detrimento económico. No obstante, también puede significar perder descuentos, promociones u ofertas habituales por ser cliente veterano, cosa que con el cambio dejaríamos de ser. La fidelización es clave para que muchas empresas eviten fugas de clientes.
Ejemplos de los Costes de Cambio
Para terminar, nada como poner algunos ejemplos de los costes de cambio para entender mejor qué es este concepto. Ejemplos que se producen a diario y de los que, quien más quien menos, ha sido protagonista en primera persona.
- Cambiar de banco
En los últimos años, las comisiones bancarias han alcanzado unos niveles absolutamente inasumibles por muchos clientes. Cuotas de hasta 120 euros anuales que han llevado a millones de clientes a bancos online o a la competencia, tras toda una vida con el mismo banco. Es posible que si tienes un sueldo de funcionario, el banco haga por retenerte y te retire las comisiones.
Obviamente, cambiar el banco supone cambiar el número de cuenta, trasladar todo el dinero, comisiones por traspasos y por cancelaciones. A esto hay que sumar el tiempo dedicado a cambiar la cuenta y la tarjeta en el trabajo, en la Seguridad Social, en Hacienda, en Amazon, en Netflix, en El Corte Inglés, en Deliveroo y en tantos y tantos sitios donde tienen tus datos bancarios.
- Cada 5 cafés, te regalamos uno
Esa famosa cafetería que hay de camino a tu trabajo donde te dan un café XXL por 4,35 euros. Sí, es muy caro pero está buenísimo. Además, cada vez que vas, te sellan una tarjeta y cuando acumulas cinco sellos, te regalan un café. El coste de cambio, en este caso, sería emocional.
Ahora, si echas cuentas, por cada seis cafés estás pagando 21,75 euros (contando los seis cafés, cada uno sale a 3,6 euros). Con coger 18 cafés al mes de camino al trabajo, que es una cifra razonable, estarás pagando 65,25 euros al mes sólo en cafés. Dejar de comprar ese café o llevarte café de casa es un coste de cambio tremendo, pero también un ahorro tremendo.
- Netflix en mi televisión no Smart
Mi tele tiene varios años pero funciona de maravilla, es de 50 pulgadas y no tengo intención de cambiarla. Pero claro, no es Smart TV y acabo de contratar Netflix pero no puedo lanzar el contenido para verlo en mi televisión. ¿Qué puedo hacer? En este caso, asumir un coste de equipamiento.
Esto es, al suscribirte a Netflix y querer la mejor experiencia con este servicio, tendrás que comprar un adaptador a televisión tipo Chromecast para poder ver su contenido en tu televisión.